"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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26 Aroma de Navidad

AROMA DE NAVIDAD El tiempo trascurría, y el jardín entristecía… Había noches, había días, mas, la floresta de opaco se cernía… por bella rosa rojo carmín, que no aparecía. Las margaritas, su centro amarillo, habían desteñido, y sus pétalos languidecido. Los duendes, habían perdido todos, el anillo, y el hada, orientaba su vara, sin destino. Pájaros, de toda especie, que sobrevolaban, del jardín perdido, notaban con extrañeza, aromas ordinarios, ausencia de belleza, aguas cantarinas, nenúfares, no encantaban. Al caer las noches, que parecían sin estrellas, los murciélagos, se asombraban. Volaban sin rumbo, buscando una centella, que los guiara, con aromas que ordenaran. Cada vez que Peucoalhué, se acercaba al jardín, sentía su pecho palpitar, de celo y angustia. No concebía ese vergel, sin su rosa carmín, mucho menos, con la floresta, tan mustia. El Pastito, bebía agua con sed exagerada, al sentir que su cepillo, lentamente se secaba. Comenzó a comprender, que algo vital faltaba, y que era infeliz, si la rosa roja, no estaba. El escuadrón se armó, en formación, y el jefe, notó, la ausencia de un soldado. Preguntó sobre Peucoalhué, con indignación, comunicando castigos, intolerancia a ser engañado. Los halcones salieron en defensa, explicando lo que había sucedido. Peucoalhué, su rosa había perdido, y la desesperación del ave, era inmensa. El jefe ordenó, la búsqueda inmediata en misión, mas peucoalhué, en vuelo rápido se presentó. Negó toda ayuda, pidiendo humilde perdón, pues solo él, podría con la que desapareció. Obtuvo del jefe, todo permiso, para ausentarse, varios días. Peucoalhué, voló todo lo que quiso, perdiendo fuerzas, perdiendo alegrías. Una mañana, despertó sobre un tejado, con campanas, musicalizando al aire. Los rostros humanos, le habían dejado, sensación alegre, por su donaire. Voló con curiosidad, investigando, lo sucedido, en ese pueblo feliz. De compras, en bici o caminando, todos iban, y el cura con sobrepelliz. Voló más bajo, procurando no ser visto, pasando por ventanas, que mostraban vidas. Un aroma peculiar, en el aire e imprevisto, inconfundible, era su Rosa… era su querida. Sintió desfallecer, temiendo caer al suelo, mas la compostura, trató de mantener. Aún desconocía, el perfume que con anhelo, qué origen tendría, de dónde el comparecer. La Rosa, más bella como jamás, lucía, erguida, desde un florero. Sobre una repisa, cada día, embellecía más, había sido robada, por un forastero. En esa casa, todos la adoraban, pues de ella, magia comprendían. Su color, su carmín, su aroma, encantaban, pétalos de terciopelo, que todos querían. El perro de la casa, algo celoso, la miró un día, con gruñido y enojo. Mas la Rosa, le esbozó una sonrisa, la ternura, se apoderó del can de prisa. Desde entonces, nadie podía acercarse, a ella, quien lo tenía por vigilante. El gato moría por, con sus espinas rascarse, con esa Rosa, que tenía por delante. El niño, que allí vivía, desarmarla, guardar sus pétalos quería. Mas el perro, gruñía feroz, a quien acercarse se atrevía. Solo permitía, si veloz, la mucama las aguas revertía. La rosa, guardaba su tristeza, extrañando, ese amor que embelesa. Pensaba melancólica, en su amado, sin comprender por qué, no la había encontrado. Comenzó a mirar, en su derredor, y dio cuenta, en inmensos muros. del salón… de la repisa del comedor, cómo la encontrarían, en momentos oportunos. Algo brilló del interior, en sus pistilos, ideando producir, intensos perfumes. sabía eran únicos…. Eran su estilo, moviendo sus pétalos, emanó lo que suden. La casa, comenzó a llenarse, de aroma, único y exquisito mucha gente comenzó a aproximarse, y al dueño, le decían:”lo felicito”. El ladrón del jardín, jamás arrepentido, aumentaba su orgullo, por la adquisición. Mas el aroma, escapó divertido, por ventanas, viajando en transmisión. Cada vez más y más lejos, el aroma feliz se desplazaba, y la Rosa se representaba, por encima de los tejos. Peucoalhué, quien atento esperaba, tal aroma, peculiar llegara, presto desde campanario, sobre el tejado, percató de inmediato, lo acercado. A su pico, llegó percibiendo, el perfume de Rosa, bella rojo carmín. palpitando, casi enloqueciendo, deseó encontrarla, llevarla pronto al jardín. De inmediato, levantó vuelo, siguiendo el camino del aroma sutil. Enseguida, estuvo en el suelo, en la casa apresadora… la de su rosa por un vil. Remontó con sus enormes alas, el aire, allegándose hasta la ventana. Vio casi desfalleciendo, la Rosa con donaire, emergiendo de un jarrón, como sultana. Quedó atónito, y aún perplejo, viendo mover sus pétalos, tratando de perfumar, al ambiente, desesperada, por un espejo, sin jamás, de ahí, poder escapar. El halcón, ave rapaz y astuta, recordó sus lecciones en el escuadrón. Debía evitar ser visto, y toda disputa, para salvar a su Rosa, de ese jarrón. Vislumbró, al can en el piso, cuidando la joya preciosa, con celo. Aleteó, distrayendo lo que quiso, engañándolo, agarrándolo por los pelos. El perro indignado, fugó hacia el corredor, tratando del dorso, al ave sacarse. Una vez lo vio, corriendo y alejarse, ingresó raudo e intrépido, al comedor. Con velocidad total e increíble, antes que la Rosa diera cuenta, la tomó del cuello, suave e imperceptible, llevándosela, en pleno vuelo, a su vuelta. Entre la brisa fresca, y la fragancia máxima, Peucoalhué hincó su pico, en la corola, tierno abrazo nupcial en la mágica, impregnando los espacios inmensos, con su aroma. Los primeros en avisar, fueron gorriones periodistas, quienes alborotados, avisaron al jardín. Todos alzados al cielo, deseaban la vista… ver la llegada, de la preferida carmín. Abrazados, en pleno idilio, hasta al Pastito, alegró al fin. Las margaritas contentas, preguntaron del exilio, y cómo volverla, su tallo, al jardín. El hada, muy feliz les dijo, que había retornado luz en su vara. El amor profundo y fijo, permitiría magia, y volver la calma. Apoyó su varita, sobre el tallo de la Rosa, que sostenía Peucoalhué, con pasión. Enseguida se prendió a la tierra, airosa, sin soltar a su amor, con adoración. Aplausos, alegría y alborozo, hubo esa tarde en el jardín. Peucoalhué abrazó a su Rosa, amoroso, tomándole un pétalo con su pico… ¡brillando el carmín! Los duendes bailando en derredor de la beldad, junto al hada, anunciaron, LA NAVIDAD. Estallaron los aplausos y la algarabía, muy bien aprendidos… ¡sobre milagros y alegrías! Renée Escape

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